¿Por qué son importantes las prácticas artísticas en la vida cotidiana? - Talleres Liebre Lunar
Nuestros talleres son espacios para el desarrollo cultural y creativo de personas y comunidades, dirigidos tanto a quienes tienen una vocación artística, como a quienes desean potenciar sus capacidades sensibles y creativas.
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¿Por qué son importantes las prácticas artísticas en la vida cotidiana?

¿Qué queremos decir cuando decimos que Liebre Lunar busca integrar las prácticas artísticas a la vida cotidiana de las personas? Esta es una frase que a primer golpe suena bien, pero es problemática. Entendemos por la vida cotidiana de las personas, su día a día, sus costumbres, sus hábitos en un contexto que resulta básico. En ese diario vivir del ciudadano corriente de las metrópolis. Danzar, hacer música, escribir, dibujar, cocinar, son prácticas desplazadas a los bordes del denominado tiempo libre, de la fiesta y ocasión especial o son delegadas a los artistas, personas con dotes especiales, en ocasiones extrañas o excepcionales. En la educación, las prácticas artísticas tienen una presencia limitada. Muchos colegios les reservan un  lugar en las actividades extracurriculares; en la Universidad, en las actividades de bienestar. En los colegios públicos, muchos maestros de música y de artes salieron por no pasar los exámenes del servicio docente que no incluían preguntas o pruebas sobre su saber. Son profesores que poco o nada practican los lenguajes artísticos quienes están encargados de la hora o el par de horas dedicadas a la estética o las artes. De la educación superior diremos solamente que en este siglo se han desarrollado más facultades de arte  en el país y que nuevos lenguajes artísticos han logrado entrar a la academia, como por ejemplo la escritura creativa y las artes escénicas. Sin embargo la oferta se concentra en algunas capitales y el nivel de matrícula bordea el 2%. La educación artística exige maestros que son escasos, espacios especiales, instrumentos sofisticados y una dedicación exigente que es difícil de cumplir y resulta poco rentable para la universidad. Así la función social del arte se ve reducida a su capacidad de representación, más que a su capacidad generativa, re-creativa. Pero aquello que llamamos arte, no es un espejo, es el mundo mismo, nos constituye. En la medida en que nos expresamos y producimos símbolos, nos producimos a nosotros mismos.

Oímos decir “soy negado para el dibujo”, o “no bailo bien”, como quien nació pelirrojo o con determinado tipo sanguíneo. Pero esta valoración es con respecto a unas formas determinadas arbitrariamente, formas que son construcciones culturales. Cada persona tiene un potencial que le permitirían fortalecer su voz propia, su manera de moverse, de exponer sus imágenes del mundo.

Gabriel García Márquez en su Proclama Un país al Alcance de los Niños, escribía en 1994, que el arte y la ciencia deberían estar en la canasta familiar para poder garantizar una educación a la altura de nuestros anhelos de la cuna hasta la tumba. Esta proclama nos guía y sabemos que no estamos solos. En Bogotá el inventario de escuelas de arte informales nos dejaría sorprendidos. Las hay en todas las localidades y miles de barrios de la ciudad, más allá de su condición económica. Lejos de ser la misma y dramática presencia de los gimnasios y espacios para el cuidado físico, pero hay una alentadora presencia y cada año vemos aparecer nuevas propuestas, Liebre Lunar es una de ellas.

Nos gusta pensar que somos un gimnasio para ejercitar el cuerpo y el alma en su capacidad expresiva, en su capacidad intuitiva, imaginativa, poética. No es necesario tener una vocación, una facilidad, simplemente es necesario abrir un espacio en la vida diaria para estas prácticas. Frecuentarlas es alimento, es salud, es riqueza. No siempre sin dolor, pues el arte no es un bálsamo mágico.

No siempre sin esfuerzo, pues aunque en las escuelas abiertas solemos partir por estar con las manos en la masa y aprender haciendo, la voluntad de esforzarnos surge en esta misma práctica. El arte, como forma de concomiendo que es, produce esa Sed del Alma que tuvo Fausto.

Con nuestro leit motiv queremos también recordar al público que las prácticas artísticas, que son parte de las prácticas culturales, son un derecho. Los derechos culturales fueron reconocidos después de la segunda guerra mundial, buscando encontrar conjuros contra el derrumbe vital que ocurrió. Hoy, lo repetimos, sabemos que la cultura y las artes, no evitan la capacidad destructiva del hombre. Hay culturas de violencia, hay arte que sirve de propaganda. Pero si confiamos en que la practica de las artes desde la temprana edad, en nuestro mundo lleno de normas, rodeado de tecnologías, falto de tiempo y estandarizado, ejercitar nuestra sensibilidad, nuestra expresión, nos pone en un dialogo con el mundo y los otros, que nos invita a su preservación y a su re creación.

texto por: Clarisa Ruiz



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