01 Mar El Espiral del Color
Descubrí la pintura a los 14 años entre los chécheres que un arrendatario joven abandonó en una casa de mi familia. La pintura siempre es un encuentro y los colores visitan la paleta del pintor en sintonía con los movimientos de la Vida. En esa época desarrollé una serie de pinturas paisajistas con los materiales encontrados (óleos chinos y algunos acrílicos) siguiendo las enseñanzas del maestro Bob Ross que veía en el canal Señal Colombia.
En este período hice una pequeña pintura que desapareció y aún recuerdo (un atardecer sobrio, con un sol amarillo reteniendo dentro de sí todo el color para conservar el blanco en el cielo y en la nieve, árboles secos y una pequeña choza de madera), fue la puerta que se abrió e inicié mi camino en la pintura. Gracias a mi hermana, la maestra María Fernanda Vallejo vio esta pequeña pintura y sintió algo,por lo que me ofreció un intercambio de clases por trabajo. Si soy pintor y hablo la lengua del color es gracias a esta gran Maestra. Con ella, en la cima de la montaña de la vereda Salitre, aprendí la pintura al óleo y la verdad sobre la vibración del color.
¿Qué hace que un color vibre? ¿Existe una teoría o técnica para darle vida a un color? Con Mafe aprendí que la vida del color depende de la apertura del corazón. En sus clases no había teoría sino experiencia vital y risa y naturalidad. Sin naturalidad no hay pintura. Cuando en las clases yo esparcía un color, su pregunta no era del tipo: “ahora según tal teoría o el círculo cromático sigue tal tono, sino que me preguntaba “¿sientes el tono que sigue?”
Una pintura es una conversación silenciosa con lo invisible e innombrable. Los taoístas sabían esto por eso consideraban que la poesía y la pintura servía para refinar el Espíritu. Durante este periodo desarrollé una obra de bailarinas (estudiaba con gran pasión a Degas) y paisajismo.
Con la obra realizada durante las clases con Mafe hice una exposición individual en la casa de la cultura de Tabio que fue muy exitosa y me dio a conocer como pintor. Después de este período inicié mi carrera profesional de Artes de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá. En esta Universidad conocí a Víctor Laignelet en clase de dibujo y gesto, él fue mi director de trabajo de grado. Con Víctor he compartido enriquecedoras experiencias sobre la pintura y la práctica artística a través del acompañamiento de su obra.
El Jardín Acosado. Con él he observado la dimensión alquímica del color.
Yo nací en Tabio, hoy me reconozco como ser del campo, sin embargo, antes de este reconocimiento quise ser citadino y vivir en Bogotá. Curiosamente el primer lugar donde viví fue la casa de Gonzalo Ariza ubicada en la Calendaria, en la calle Cajita de Agua. Llegue a este lugar gracias a que mi hermana trabajaba con Alfonso Ariza. Viví durante un mes en el taller donde Gonzalo pintaba. Terminado el mes Alfonso tuvo un viaje a Canadá por tres meses dejándonos a mi hermana y a mí el cuidado de su casa y la posibilidad para mí de
trabajar en su taller. En esta espacio desarrollé una obra de dibujo, vídeo e instalación que expuse en el Museo de Arte Moderno de Bogotá (Paréntesis, sendas contemplativas) junto León Trujillo (esposo de Mafe) y Liliana Durán.
A esta obra que emana de mi trabajo de grado, la titulé Psique, posteriormente se exhibió en la exposición Poéticas de lo cotidiano del Museo de Artes Visuales de la Universidad Jorge Tadeo Lozano. A finales de 2017 viajé con esta obra a Providencia, Santiago de Chile.
Psique es una obra que continúa floreciendo hacia la pintura, la cerámica, el dibujo, la poesía y la jardinería. El arte es un viaje hacia la Liberación. El artista atraviesa el océano de la historia sobre un velero que es construido por la pregunta: ¿Quién soy yo? Quien viaja dentro de esta pregunta sabe que en su interior no encontrará un timón o un mapa sino unas velas esperando a ser abiertas. El itinerario del viaje está en el aire (en el Espíritu).